lunes, octubre 17, 2011

¡ Tenemos qué pasar por el fuego!!

A fin de crear el recipiente, el alfarero de la antigüedad tomaba la
arcilla de la tierra y la pisoteaba (Isa. 41:25). A continuación
suavizaba la arcilla con agua y formaba una pasta. Luego la colocaba en
el centro del torno de alfarería, que consistía en un disco plano
montado en forma horizontal sobre una barra vertical (Jer. 18:3). Al
sostener la arcilla en movimiento giratorio y darle forma con sus dedos
y manos, el alfarero creaba la vasija.

Una vez formada, podía secarse al sol, pero de esa forma podía combarse y
abrirse al incorporarle líquidos. Es por eso que todos los alfareros de
la antigüedad cocinaban las vasijas en un horno especial que fácilmente
podía alcanzar 1.500 ºC. Después de ser pisoteada, amasada, golpeada,
pinchada y girada a velocidades vertiginosas, la arcilla era colocada
finalmente en un horno abrasador

No es una experiencia de calma y deleite. Pero eso es lo que nos espera
como arcilla. Las fieras pruebas de la vida –las deudas, el divorcio,
la decadencia, los trastornos, el dolor y la muerte– nos alcanzan a
todos. Sin embargo tenemos el consuelo que detrás de todo hay un
propósito eterno. “El hecho de que somos llamados
a soportar pruebas demuestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo
precioso que quiere desarrollar... No echa piedras inútiles en su
hornillo. Lo que él refina es mineral precioso”. 3 Por
medio del “fuego de la prueba” compartimos los padecimientos de Cristo
“para que también en la revelación de su gloria” nos gocemos “con gran
alegría” (1 Ped. 4:12, 13).

Cuanto más calor, mejor la vasija.

El barro cocido, por más que luzca bonitos colores y apariencia vidriada,
se quiebra con facilidad si es cocido a bajas temperaturas; esas
vasijas no poseen la fortaleza interior necesaria para soportar la
presión y el servicio vigoroso. Las vasijas de cerámica esmaltada, que
son más fuertes y resistentes, se cuecen al doble de temperatura y la
porcelana, que soporta entre 1.300 y 1.500 ºC, es la mejor y más
costosa clase de alfarería


Aun así, el alfarero no somete sus vasijas a cantidades desmesuradas de
resistencia. De hecho, cada clase de vasija requiere una dosis
diferente de calor, y en la casa del Alfarero ninguna vasija recibe más
calor que el necesario. Sin embargo, se necesita el fuego de la prueba
para producir buenas vasijas, y el producto del mayor “dolor” es la
porcelana, una de cuyas características es que “canta” al ser golpeada.
Al igual que Hus y Jerónimo, que cantaron en la hoguera o que Pablo y
Silas, que cantaron en la cárcel de Filipos, los cristianos son la
porcelana humana. Por medio del Espíritu, día a día los creyentes
desarrollan esa capacidad de resonancia, ese rechazo total a la
venganza, esa capacidad de amar bajo presión

La porcelana posee una segunda característica: cuando está cerca de la
luz, se vuelve traslúcida. De la misma manera, al haber pasado por el
fuego, nos volvemos traslúcidos a la luz de Cristo para alumbrar al
mundo en tinieblas (Mat. 5:16).


En su torno de alfarería y por medio de su Espíritu, el Alfarero puede
darnos forma. No nos ve como arcilla estropeada, sino como fina
porcelana. Promete restaurarnos. Sabemos que él es fiel, y que lo hará
” (1 Tes. 5:24).

Dios el Alfarero nos espera en su casa. ¿Qué estamos esperando?


Dios Nos Bendiga

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