sábado, enero 14, 2012

¡Disciplina y Castigo !

Hebreos 12:6
nos muestra el propósito por el cual el Señor nos disciplina. Dios no disciplina a la gente del mundo, sino a los que ama. Por consiguiente, la disciplina es la provisión que el amor de Dios nos asigna. El amor regula todo lo que nos sobreviene y ordena las cosas con las que nos encontramos en nuestra vida cotidiana.

Ningún padre disciplina al hijo de otro; a ningún padre le preocupa si el hijo del vecino es buen hijo o un mal hijo, pero sí disciplina específicamente a sus propios hijos. El padre tiene un plan definido al disciplinar a su hijo y lo moldea para que desarrolle cierto carácter. Del mismo modo, desde el día en que fuimos salvos, Dios ha estado operando en nosotros según un plan definido. Él desea que aprendamos ciertas lecciones a fin de que seamos conformados a su naturaleza y que seamos como Él. Su meta es hacernos cierta clase de personas.

Todo hijo de Dios debe darse cuenta de que Dios ha preparado muchas lecciones para Él y ha tomado las medidas necesarias disponiendo las circunstancias, las experiencias y los sufrimientos, con el propósito de producir cierto carácter. Tenemos que reconocer la mano de Dios, la cual nos guía en toda circunstancia. Tan pronto nos salgamos del camino recto, su mano estará sobre nosotros y nos herirá para hacernos volver. Todo hijo de Dios debe estar preparado para aceptar la mano disciplinaria de Dios. Solamente los cristianos pueden participar de los azotes y la disciplina de Dios.

Nosotros recibimos disciplina, no castigo. El castigo es la retribución por nuestros errores, mientras que la disciplina tiene el propósito de educarnos. Somos castigados por haber hecho algo malo y, por ende, corresponde al pasado. La disciplina también se relaciona con nuestros errores, pero se aplica con miras al futuro y tiene un propósito. Puedo decir con confianza que Dios desea que cada uno de sus hijos lo glorifique en ciertas áreas, cada uno de diferente manera. Cada cual tiene su porción en su área específica.

Los hijos de Dios verdaderamente experimentarán una gran pérdida si no entienden la disciplina. Muchas personas durante años llevan vidas llenas de necedad a los ojos de Dios. Les es imposible avanzar. No tienen idea de lo que el Señor desea hacer en ellos. Andan según sus propios deseos y vagan en el desierto, sin restricción y sin rumbo. Dios no actúa de esta manera. Él tiene un propósito en todo lo que hace y actúa con el propósito de moldear un carácter sólido en nosotros para que podamos
glorificar su nombre.
Dios nos Bendiga.